El Tulipan Negro

Sucedía en otro pupitre, en otra estancia para el humano y el artilugio, que se desarrollaba una virtualidad paralela, una realidad sinónima. Era entonces un mundo extraño, análogo, simétrico y equivalente al del espantajo de las líneas supra.
Solamente que en éste caso era un arcángel quien se desenvolvía y tenía lugar entre las cosas enredadas, entelarañadas, entre los asuntos del servidor global.

Era un fragmento del cielo, que por designio del lado desconocido del diseñador universal, se hizo humano y gustaba mucho de conversar consigo mismo en su espejo-pantalla. El ángel aquel tenía el encargo sempiterno de ubicar al virus de la adversidad y al símbolo del amor sincero en la vereda de la comunicación automatizada.

Dicha encomienda estaba inscrita en su corazón, no en su mente, es decir, ella no sabría que buscaba algo, sus pensamientos no incluían esa comisión. En su pecho, sin embargo, anidaría hasta llegado su momento, la consecución del mandato.

Así que sin más, aquel espíritu celeste arribo a las riberas de la informática para reconocer todas sus provincias, secciones y usuarios. Era como un pececito en su propio mar. Tan bueno fue su desempeño que de inmediato fue reconocido su origen atmosférico y se hizo de una multitud de fans y amigos en la red. Todos sabían de su ternura, candidez y honestidad. Todos la respetaban.

Adoptó un género femenino, un nombre masculino, un sinfín de cuentas y dibujos divertidos y navego felizmente en portales, blogs y páginas virtuales.

También cumplió una función seglar, estudió y trabajó. Y su jornada estaba entonces completa. Hasta que un buen día, algo agotada por sus misceláneas ocupaciones tuvo un sueño y se vio en medio de unos campos de oro, atisbando a un triste monigote que vigilaba el sembradío, pero que extrañamente era amigo de los pájaros que se suponía acecharían y robarían sus agostos. En el sueño ella quería saludar al lego y harapiento monigote, pero él, huraño le rechazaba.

Al despertar, su corazón movió el teclado y le mostró en la telaraña irreal una ventana en donde aparecía el espantapájaros de su estadía onírica. Ahí, en la red nuestro noble ser pudo acercarse poco a poco, paulatinamente al desgraciado fantoche. Los pulsos de su alma comenzaron, sin saberlo siquiera, a erradicar el terrible virus de la soledad del andrajoso ente y en éste… en ambos, tuvo lugar el génesis de un amor sincero.

Cuentan que fue otro sueño, en donde el querubín reclamo de las fuerzas de la tierra el sortilegio de ser parte intrínseca de su enamorado. Deméter, madre del subsuelo converso con el señor del cielo y entrambos decidieron transformar a su vástago sideral en el único símbolo del amor veraz, del amor eterno, del amor real… el ángel dejó de ser ángel y se convirtió en un Tulipán Negro.