Todos tenemos una serie de ideas preconcebidas acerca de qué es el perdón. “¿Perdonar?”, “¿Qué se soluciona con eso?”, “¿Después de lo que me hizo?”, “¡Eso es imperdonable!”, son las frases más comunes que se escuchan al respecto.
Sin embargo, el perdón es el umbral que nos permite saltar por encima de los rencores, y quedar libres para vivir con mayor paz y felicidad. Por otro lado, de acuerdo a las investigaciones médicas, perdonar hace bien a la salud física.
Perdón bien entendido
Tal vez para muchas personas no esté bien entendido de qué se trata el perdón. En realidad, perdonar no significa aceptar cualquier cosa que el otro haya hecho, como el maltrato, la violencia o la deshonestidad. No es humillarse, reprimir el enojo, hacer como si no pasara nada o perdonar porque sentimos lástima –”es un tonto, no tiene remedio”–. Tampoco es convertirnos en amigos de nuestro victimario, descuidar nuestra propia seguridad o llamarlo para comunicarle nuestro cambio de actitud. El sentido común indica, por ejemplo, que podemos perdonar a un marido excesivamente gastador, pero eso no significa que le entreguemos nuestro sueldo para que lo administre.
¿Qué es, entonces, perdonar?“Es tomar la decisión de ver más allá de los límites de la personalidad de otra persona, de sus miedos y errores, la decisión de ver una esencia pura, no condicionada por historias personales, que tiene una capacidad limitada y siempre es digna de respeto y amor”, define Robin Casarjian, psicoterapeuta y autora del libro Perdonar (Ediciones Urano). El doctor
Jampolsky lo explica en términos gráficos: “Es ver la luz de la lámpara y no la pantalla”.
Por su parte, el escritor Hugh Prather entiende que “el perdón no es un acto de rosado autoengaño, sino el tranquilo reconocimiento de que, bajo nuestros respectivos egos, todos somos exactamente iguales”.
Rencor, viejo rencor, La rabia, el odio, el rencor son emociones que desgastan enormemente la energía. Como muebles viejos e inútiles, ocupan un espacio valioso que necesitaríamos recuperar; en cambio, cuando se reciclan se transforman en agradables objetos que da gusto tener en casa. Uno de los mejores motivos para perdonar es liberarnos de los efectos nocivos de esas emociones.
Cuando se abandona el rencor, también se alivia la ansiedad y el estrés, que nos devoran y causan enfermedades. Para hacer esto es preciso hacer algunos cambios en el tipo de pensamiento.
¿Por qué a veces nos es tan difícil dejar de estar enojados? “Porque nos parece que obtenemos algo al aferrarnos a la rabia –dice Robin Casarjian–. Estos beneficios, llamados ganancias secundarias, suelen ser inconcientes y tienen mucho poder hasta que tomamos conciencia de ellos y descubrimos formas de reaccionar más sanas.”
Una clave que destaca Casarjian para el trabajo con el perdón es ser amable con uno mismo.”Es importantísimo tomar nota de nuestros pensamientos y reacciones sin juzgarlos. Si aparecen el temor, la autocrítica o las dudas, sea amable con usted. Estos sentimientos son una parte natural del proceso de curación. En realidad, ser amable con uno mismo es un gran acto de perdón. Lo crea o no, en todo momento, usted hizo lo que podía hacer dado el grado de amor o temor que sentía.” Algunas veces la fuente del resentimiento puede estar profundamente instalada en nuestro interior, escondida hasta de nosotros mismos. Una forma de indagar en la raíz del enojo es anotar los sentimientos en un diario. Házlo con la idea de ser específico, busque hilar más fino que decir si te sientes bien o mal. Esto te ayudará a “enfocar” tu resentimiento y estarás en mejores condiciones para perdonar.
Es interesante considerar las manifestaciones de rabia, irritabilidad o agresividad propias o ajenas como un grito que pide reconocimiento, respeto, ayuda y amor. Esto puede modificar el punto de vista que tradicionalmente hemos utilizado para percibir la rabia y reaccionar.
CONSEJOS:
Es mejor elegir estar en paz que tener razón.
Aferrarnos al enojo o creer que los demás siempre están equivocados no nos permite tener paz mental.
El primer paso es la disposición a perdonar.
Cuando reconocemos que guardar pensamientos de venganza es algo que nos hace sufrir, nos resulta más fácil tener deseos de perdonar y de olvidar el rencor pasado.
Sepamos que aunque perdonemos, la otra persona no necesariamente cambiará.
Sólo se trata de modificar nuestros pensamientos y actitudes. Perdonar no significa que se tenga que coincidir con la conducta del otro.
El perdón eleva la autoestima y disminuye la ansiedad y la depresión.
Pensar en el presente es bueno para curar las heridas emocionales.
Al sufrir un delito, un problema sentimental o alguna otra situación en la que uno se siente impotente, es común que se instale el resentimiento. En estas instancias muchas veces se necesita perdonarse a sí mismo, porque uno tiende a culparse por lo que se podía haber hecho y no se hizo.
Cuando descubras que estás enojado con algo o alguien piensa ¿a quién o qué necesito perdonar? Tal vez, el acto de perdonar no se trate en realidad sólo de un hecho altruista orientado hacia los demás, sino que beneficia física y emocionalmente al que perdona, porque elimina los sentimientos negativos que pueden perjudicar. Tiene un efecto boomerang que fortalece el bienestar de ambas personas.
Perdonar requiere práctica. Hay que tomar la decisión, tener el deseo, asumir el compromiso, repetirlo muchas veces para dominarlo e incorporarlo como natural. Es más fácil comenzar a “ejercitarse” con personas no tan allegadas como los padres, por ejemplo, sino en situaciones menos comprometidas.
Ejercicios saludables:
En su libro Perdonar, Casarjian propone ejercicios interesantes para trabajar el perdón:
Recuerda un momento en el que te hayas enfadado. ¿Cómo te sentistes? Cierra los ojos, respira hondo, relájate e introdúcete en tus sentimientos. ¿Qué puedes ver bajo tu rabia? ¿Miedo? ¿Tristeza? ¿Inseguridad? ¿Desamparo? ¿Impotencia? ¿Desilusión? ¿te sientes herido o abandonado? Mira más profundamente, ¿qué hay bajo ese miedo, desilusión o tristeza? ¿Una pedida de atención? ¿Necesidad de respeto o de amor?
Pequeña terapia:
Recuerda a alguna persona con quien tenga dificultades para relacionarte. Piensa en algo que desea recibir de ella: ¿amor?, ¿afecto?, ¿aprobación?, ¿consideración? Imagínate que estás con esa persona, relájate, respira hondo, Díle lo que quieres: “…(el nombre), lo que necesito de ti es….y….(haz una lista hasta sentir que agotas todas las posibilidades)”. Luego di : “…, ya no te hago responsable de darme…(todo lo que hayas puesto antes)”.